viernes, 1 de abril de 2016

EL JUGADOR DE AJEDREZ DEL DOCTOR MUERTE (+18)

Cuando vi esta peculiar obra de arte, se produjo en mi interior un debate interno sobre el trabajo de este científico-médico-artista llamado Gunther Von Hugens, aunque su nombre real es Gunther Gerhard Liebchen. Y especialmente sobre "El jugador de Ajedrez" uno de sus trabajos más importantes y estrella en todas sus exposiciones, y muestra permanente de su museo. Sé que la figura de Von Hugens es ya conocida años atrás, y sus "esculturas humanas" expuestas de sobra por los medios de comunicación de todo el mundo. Pero no fue hasta hace pocas semanas que contemplé navegando por la red, este imponente jugador de ajedrez. 
El autor, este médico alemán nacido en 1945 en la ya desaparecida república democrática alemana, utiliza cadáveres previamente sometidos a un proceso creado por él y denominado plastinación,  En el cual se extrae el agua de un cuerpo con acetona fría, y luego se sustituye por una solución plástica endurecedora. Para ese proceso requirió estudios muy complejos a los que ha dedicado la mayor parte de su vida hasta llegar por fin a plastinar su primer cuerpo humano en 1990. Todos los muertos utilizados en sus trabajos, son donaciones legales para ciencia que los individuos realizan plenamente conscientes en su testamento para ofrecer su cuerpo ya sin vida para estudios, e investigaciones de origen científico. Pero tras su gran éxito y popularidad, ya tiene una lista de 8.000 donantes en vida que le ofrecen sus cadáveres cuando perezcan. 
 La iglesia católica ya hace tiempo que mostró su repulsa en un comunicado y lo calificó de blasfemo, carente de escrúpulos, y falto de amor por el ser humano y su vida. Sin embargo Gunther, o como muchos lo denominan "el doctor muerte" se defiende alegando, que él convierte la muerte en vida al transformar el cadáver en un proceso donde el hombre y su cuerpo permanecen para un mayor conocimiento visual al mostrar a los desconocedores de la medicina, cómo funcionan los músculos y órganos que nos dan la posibilidad funcional de existir. 
El jugador de ajedrez es uno de sus trabajos favoritos. Gunther comentaba a sus amigos que el ajedrez representa para él la vida y la muerte en una persona. Cada hombre y mujer juega su partida, ejecuta sus movimientos con infinidad de combinaciones posibles. En un principio todos los movimientos pueden resultar similares, nada especiales, escasamente destacables. Pero para nada es así. Opina que cada partida es especial, que la divinidad de la vida reside en lo único, en lo que nos hace diferentes, y afirma con rotundidad que lo somos. Todos somos especiales en nuestra diferencia e individualidad. 
El número de partidas diferentes que pueden desarrollarse en el ajedrez supera de largo un 1 seguido de 100.000 ceros. Es decir, una cifra superior a todos los átomos del universo. Por eso pensó en el tablero y en sus trebejos para simbolizar lo singulares que somos en nuestras excepcionales vidas, y en lo original, y especial de nuestra existencia. "Si hay un juego que es ciencia, mística y enseñanza, es el ajedrez. Al igual que el ser humano, no necesita de dios para conocerse así mismo. Su universo es infinito pese a estar recluido a los límites de un cuadrado" cita de Gunther Von Hugens.
Hoy día este genio para unos, blasfemo y sacrílego para otros, consume los pocos años que le quedan de vida, recluido en su hogar-museo, sufriendo los estadios avanzados de un parkinson que consume su cuerpo y mente cada día que pasa. Cuando tuvo conocimiento de su enfermedad, puso en orden su testamento vital para legar su cuerpo a los estudiantes y compañeros que continuarán con la labor que inició ya hace años para dar el valor que se merece el cuerpo humano, especial en sí mismo por su perfección.





GUNTHER VON HUGENS EN ESTADO PURO

domingo, 7 de febrero de 2016

BOBBY FISCHER: EL SACRIFICIO DEL PEÓN (PAWN SACRIFICE)

Una de las figuras con más trascendencia del siglo XX, como fue Bobby Fischer, no tenía hasta hace poco una película biográfica como otros personajes, menos relevantes incluso que el campeón del mundo. Por eso es importante valorar este filme desde varios ángulos: El personal, el cinematográfico y el ajedrecístico. 
Fischer tenía un cociente intelectual de 184. Superior incluso al del científico Albert Einstein. Este dato es importante y vital, a la hora de entender su juego, su vida y su tormento personal.
Como ajedrecista está todo dicho y escrito sobre él. Los aficionados y profesionales, lo reconocemos como el jugador más importante de la historia del ajedrez. Aunque su juego era rápido, de ataque, y sus combinaciones eran letales; no estaba encorsetado a una manera de jugar. Era un alumno constante del juego, y se adaptaba con facilidad al rival. Capaz de cometer errores imposibles en un jugador de su talla debido a la presión, se sobreponía pese al peso de su autoexigencia, retomando combinaciones nunca antes vistas; de un nivel tan creativo que resultaban bellas en su ingenio, tan sumamente artísticas que casi podías tocarlas. Así que, a nivel ajedrecístico esta película es imposible que nos descubra nada del genio. Por eso resulta incomprensible que otro genio del ajedrez como es Gary Kasparov haya criticado ferozmente esta película, tachándola de inservible, y que no aporta nada al mundo del ajedrez en la promoción de su cultura y fomento de su practica. Tiene razón. Es verdad, no va a fomentar el aumento de jugadores. Pero no creo que la biografía de Stephen Hawking, que también se estrenó recientemente, tenga que aportar algo al mundo científico y de la física. ¿O sí?
No, la complejidad de Robert James Fischer trasciende el ajedrez. Fischer se entregó por completo al él. Puede que fuera por egoísmo. Puede ser que su personalidad lo llevara a entregarse hasta el punto de ser consumido. El ajedrez y él, estaban en paz. No se debían nada.
A nivel personal, biográfico, la película no aporta nada nuevo. Anunque por supuesto con algunas licencias en su historia para hacer la película más comercial. Pero sobre todo, hace hincapié en su rivalidad y afán por superar al campeón soviético Spassky, poniendo la lupa en el match del 72 de Reykjavik. Donde Fischer era un producto de su tiempo, absolutamente politizado hacia un bando.
La película ordena cronológicamente los motivos de su desorden, de sus grietas en la frágil defensa de su mente. Su madre, su niñez, la protección de su hermana, y la meta de su vida, ser el mejor, el campeón mundial. La utilización partidista de los dos bloques que hicieron del ego de dos hombres algo más que un encuentro en el tablero, fue un choque de trenes que nunca será repetido a lo largo de la historia por dos intelectos como ellos.  Pero la película lo encuadra siempre en el aspecto psicológico del campeón, cosa que se agradece. El filme se involucra. Nos muestra las debilidades de Fischer, porque en ellas estaba el hombre. Tenía tantos claros como oscuros en su vida, es algo que huelga decir.
Y ahora lo importante. Cuando me enteré que sería Tobey Maguire quien interpretaría a Fischer, tenía mis reservas. Sabía que Fischer medía aproximadamente un metro ochenta y cinco, e intuía que Maguire ni por el asomo llegaba. Busqué el dato y...¡tachán! Tobey Maguire mide un metro setenta y tres. Ya no sólo eso. También estaba la presencia de Bobby. Su caminar desgarbado, lo imponente que parecía por la anchura de sus hombros. Me preguntaba cómo salvarían ese escollo en la película. Así que cuando por fin llegó el día y pude verla completa, no pude sino quedarme maravillado por el sobresaliente trabajo de los actores. Realizan un ejercicio sobrehumano para reproducir situaciones pasadas reales que tienen la dificultad añadida de estar filmadas para televisión,  que fueron  emitidas en su época con gran repercusión, y que los aficionados hemos visto tantas veces repetidas para conocer hasta los más mínimo detalles del campeón. Tanto Maguire como Liev Schreiber (que físicamente puede pasar por el hermano perdido de Spassky) están magníficos. Aportan humanidad a sus respectivos personajes y sobre todo desprenden la tensión que aquellos momentos de rivalidad en plena guerra fría, requerían.
Maguire asimila, se envuelve del personaje, de las miradas, de sus gestos, la vanidad, los miedos, y demonios de Fischer. Los primeros planos sobre su rostro, de los que el director de la película, Edward Zwick (El último samuray, tiempos de gloria, diamantes de sangre, leyendas de pasión...) utiliza con acierto para mostrarnos al hombre detrás del genio, son maravillosos para comprender el tormento interior que sufría. Personalmente no entiendo como Maguire no está nominado a los premios y reconocimientos del 2015. Hace una actuación absolutamente magistral.  La réplica también excelente, la da un contenido pero duro, porque así lo requería la historia, Liev Schreiber. Sobrio, seguro,  una roca cortés y educada, similar al Spassky de la realidad. Correcto, inamovible y constante; a la vez, capaz de reflejar ese orgullo de creerse invencible y superior. 
Es una película magnífica, interesante para cualquier aficionado al cine. Por supuesto que los que amamos el el ajedrez y admiramos a Fischer, la disfrutaremos doblemente. Un pedacito de guerra fría donde los jugadores eran las piezas que arrojarse en vez de misiles. Fischer, el genio y sus demonios.

martes, 19 de enero de 2016

EL AJEDREZ Y LA VEJEZ

Esta entrada al blog no pretende repetir verdades científicas y médicas sabidas por muchos, ya contrastadas por expertos. Me refiero a la eficaz - pero no milagrosa-  labor que el ajedrez hace en contener el veloz avance del daño cerebral en enfermedades como: Alhzeimer, Parkinson, demencia senil, o simplemente ralentizar el deterioro en la concentración y el razonamiento que el normal paso de los años produce. Yo que al igual que tú amo este juego-ciencia, no puedo disfrutarlo todo lo que quisiera, porque la vida me absorbe por caminos siempre lejanos al tablero. Envidio sanamente a una gran y especial amiga que lo enseña. Trabajar en algo que amas debe ser indescriptible. Pero precisamente ella, es la que sin saberlo ha sido inspiradora de esta entrada.
El tiempo nos arrebata cosas importantes: Sueños, ilusiones, amigos, amores que se perdieron, recuerdos que se hicieron borrosos. A veces incluso, nosotros mismos somos capaces de perdernos en el camino. A cambio nos da otras muchas cosas que compensan con creces lo perdido. Echar la vista a atrás no siempre es bueno, pero siempre es necesario. Volveré la mirada aceptándome con mis errores, que fueron equivocaciones sin mala intención, y los aciertos que a día de hoy todavía embellecen mi vida, seguramente debidos a la generosa suerte. Si pudiera volver atrás, evitaría sobretodo las equivocaciones que siempre vinieron del orgullo. Yo quiero, deseo llegar a viejo para encontrarme con el ajedrez.
Me encuentro resignado en el cansancio, sin resquemor por lo no realizado y soñado. Sí, al menos lo intenté. Esa sería mi conclusión en la vejez. Me gustaría si tengo la fortuna de envejecer con salud, perderme en interminables jugadas de ajedrez, dedicar el poco tiempo que me quede a estudiar viejos encuentros de grandes maestros que han pasado a la historia como memorables jugadores, rejugar las viejas notaciones de mis partidas, encontrar mis errores y hallar el motivo de ellos. Ausente de las responsabilidades que nos esclavizan, sabiendo que los que quiero están a salvo y si gozan de la de la vida que ellos desean tener; entonces, y sólo entonces, yo y el ajedrez...y por supuesto aquellos que quieran acompañarme al otro lado del tablero.  No quiero dejar de jugar aquellas partidas que tengo pendientes.
                                                                                          Para N. El mayor acierto de mi vida