martes, 19 de enero de 2016

EL AJEDREZ Y LA VEJEZ

Esta entrada al blog no pretende repetir verdades científicas y médicas sabidas por muchos, ya contrastadas por expertos. Me refiero a la eficaz - pero no milagrosa-  labor que el ajedrez hace en contener el veloz avance del daño cerebral en enfermedades como: Alhzeimer, Parkinson, demencia senil, o simplemente ralentizar el deterioro en la concentración y el razonamiento que el normal paso de los años produce. Yo que al igual que tú amo este juego-ciencia, no puedo disfrutarlo todo lo que quisiera, porque la vida me absorbe por caminos siempre lejanos al tablero. Envidio sanamente a una gran y especial amiga que lo enseña. Trabajar en algo que amas debe ser indescriptible. Pero precisamente ella, es la que sin saberlo ha sido inspiradora de esta entrada.
El tiempo nos arrebata cosas importantes: Sueños, ilusiones, amigos, amores que se perdieron, recuerdos que se hicieron borrosos. A veces incluso, nosotros mismos somos capaces de perdernos en el camino. A cambio nos da otras muchas cosas que compensan con creces lo perdido. Echar la vista a atrás no siempre es bueno, pero siempre es necesario. Volveré la mirada aceptándome con mis errores, que fueron equivocaciones sin mala intención, y los aciertos que a día de hoy todavía embellecen mi vida, seguramente debidos a la generosa suerte. Si pudiera volver atrás, evitaría sobretodo las equivocaciones que siempre vinieron del orgullo. Yo quiero, deseo llegar a viejo para encontrarme con el ajedrez.
Me encuentro resignado en el cansancio, sin resquemor por lo no realizado y soñado. Sí, al menos lo intenté. Esa sería mi conclusión en la vejez. Me gustaría si tengo la fortuna de envejecer con salud, perderme en interminables jugadas de ajedrez, dedicar el poco tiempo que me quede a estudiar viejos encuentros de grandes maestros que han pasado a la historia como memorables jugadores, rejugar las viejas notaciones de mis partidas, encontrar mis errores y hallar el motivo de ellos. Ausente de las responsabilidades que nos esclavizan, sabiendo que los que quiero están a salvo y si gozan de la de la vida que ellos desean tener; entonces, y sólo entonces, yo y el ajedrez...y por supuesto aquellos que quieran acompañarme al otro lado del tablero.  No quiero dejar de jugar aquellas partidas que tengo pendientes.
                                                                                          Para N. El mayor acierto de mi vida