Mural de Tävy |
Sin duda a muchos se nos viene a la cabeza la imagen de la muerte apasionada por el ajedrez, envuelta en su túnica negra, retrasando la partida del futuro fallecido con tal de saciar su pasión, que nada tiene que ver con la lujuria o la gula, sino con poner a prueba su habilidad como ajedrecista ante cualquier humano que se lo proponga. Gran parte de la culpa de esta imagen, la tiene el cineasta Ingmar Bergman, por una de sus obras maestras, la película el séptimo sello. A su vez, el director sueco se basó en un mural del pintor medieval Albert Màlare, en la iglesia de Täby, de la diócesis de Estocolmo. La pintura representa una muerte huesuda y esquelética, ataviada por vendajes como mortaja, jugando contra un elegante caballero. (Atención Spoiler) En la película, la muerte es una certeza absoluta en contraste con las dudas que atormentan al protagonista, el caballero Antonio Block, que le pregunta a la parca cuando el juego está ya decidido y se sabe perdedor.
- ¿Y nos revelarás tu misterio?
- Yo no tengo nada que revelar - contesta la muerte
- No sabes nada tú - insiste el caballero
- Yo no se nada .
La muerte no tiene las respuestas, no le importan y no las necesita. Ella se lleva las vidas, es su labor. Y le gusta jugar al ajedrez.
Al principio del filme, cuando Antonio y la muerte se encuentran por primera vez.
- ¿Y nos revelarás tu misterio?
- Yo no tengo nada que revelar - contesta la muerte
- No sabes nada tú - insiste el caballero
- Yo no se nada .
La muerte no tiene las respuestas, no le importan y no las necesita. Ella se lleva las vidas, es su labor. Y le gusta jugar al ajedrez.
Al principio del filme, cuando Antonio y la muerte se encuentran por primera vez.
- ¿Quien eres tú?
- La muerte
- Es que vienes por
mí
- Hace ya tiempo
que camino a tu lado
- Ya lo sé
- ¿Estás
preparado?
- El espíritu
esta pronto, pero la carne es débil
La muerte se
acerca con paso firme y extiende su capa para con ella cubrir al caballero
- Espera un
momento
- Es lo que todos
decís. Pero yo no concedo prórrogas
- ¿Tu juegas al
ajedrez, verdad?
- ¿Cómo lo sabes?
- Lo he visto en
pinturas y lo he oído en canciones
- Pues sí.
Realmente, soy un excelente jugador
- No creo que
seas tan bueno como yo
- ¿Para que quieres jugar conmigo?
- Es cuenta mía
- Por supuesto
- Juguemos con
una condición. Si me ganas, me llevarás contigo. Si pierdes la partida, me
dejarás vivir.
El caballero coge
una pieza de cada color, las esconde tras su espalda un breve momento, y ofrece
los puños cerrados para que la muerte sea quien decida con la suerte el color con
el que jugará. La Negra
figura señala uno de los puños cerrados
- Las negras para
ti – dice el caballero al abrir su puño.
- Era lo lógico
¿no te parece? – acentúa la muerte la ironía.